Jueves, 2 de Julio de 2009
Me desperté temprano. El trabajo me esperaba y como cada día encendí la radio mientras tomaba el desayuno: un café con leche -corto de café- y dos tostadas de pan crujiente con tomate y aceite. Con tan mala suerte que empezó a sonar aquella maldita canción. La escuché con cierta nostalgia durante unos 20 segundos. El tiempo se detuvo por unos instantes y parecía que nunca dejarían de sonar aquellas -hoy- tristes letras con su dulce melodía...
Casi como si de un espasmo se tratara, apagué la radio. Me quede varios minutos clavada en la cocina, inmóvil, pensando en todo lo que aquella canción simbolizaba. Con la tontería salí tarde de casa y perdí el autobús. El siguiente tardó 10 minutos en llegar.
Cuando subí las escaleras y busqué sitio, una vez picado el billete, me encontré de bruces con el destino -o eso pensaba-. Después de mucho tiempo, volví a verle...