Martes, 27 de Enero de 2009
...éL
Metía con cuidado la llave en la cerradura y abría muy despacio la puerta. Todo la casa oscura, otra noche más ella no le había esperado despierta.
Antes solía hacerlo. Antes solía quedarse en el salón, a veces dormida, tumbada en el sofá con la televisón encendida, esperando a que él llegara y le despertara con un beso. Se acomodaba junto a ella en el sofá y juntos conversaban sobre sus anécdotas del día mientras intercambiaban caricias y besos.
Ahora, no hay ni una pequeña luz, ni la tenue iluminación de una tele encendida.
Él, como siempre, se quitaba los zapatos en la entrada, para no hacer mucho ruido. Sigiloso, entraba en aquella habitación oscura. Descalzo, con los zapatos en una mano y la chaqueta en la otra, se aproximaba hasta ella. La cama parecía inmensa, con su cuerpo encogido en el extremo derecho. Con aquel colchón tan grande y ese enorme vacío a su lado.
Se acercaba tímidamente hasta su cara y permanecía durante un instante con la mirada fijada en ella. Se aproximaba a besar su frente, pero después se arrepentía. Se tumbaba a su lado, con los ojos clavados en el techo en la penumbra de un cuarto que ya sólo podía respirar dolor.
Sequía de sonrisas y amor. Todo ha cambiado. Ya no ve aquel brillo en sus ojos que ahora son tan tristes...
Hoy la sentía tan lejana que ni el viento traía su voz. Callado, con los ojos como platos, respira fuerte y recuerda las largas conversaciones en la cama a las dos de la madrugada. Aquellas largas charlas donde hablaban de todo y de nada. Donde intercambiaban miedos, sueños y preocupaciones. ¿ Dónde había quedado todo aquello? ya sólo podía oír retumbar en sus oídos, todas esas discusiones diarias, todas las malas palabras dichas y gritadas, todos esos feos gestos que dolían más que una puñalada en el corazón.
Todas las veces que se marchó enfadado a la cama...
